7.- “Y DE NUEVO VENDRÁ CON GLORIA
PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS, Y SU REINO NO TENDRÁ FIN”.
El verbo “juzgar” nos puede
producir escalofríos, pero no hemos de temer, porque aquel que viene como juez
es aquel que dijo:
“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que
juzguéis seréis juzgados, con la medida con que midáis se os medirá”.
(Mt 7, 1-2).
Como también indica san
Pablo:
“Ante esto ¿qué diremos?. Si Dios está por nosotros ¿quién contra
nosotros?. El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien lo entregó por
todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?. ¿Quién
acusará a los elegidos de Dios?. Dios es quien justifica. ¿Quién condenará?.
¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la
diestra de Dios, e intercede por nosotros?.
¿Quién
nos separará del amor de Cristo?. ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como
dice la Escritura :
Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al
matadero. Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos
amó.
Pues
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los
principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni
la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro”.
(Rm 8, 31-39).
Jesús es la medida con que
seremos juzgados. Saulo, el joven Pablo, cuando iba contra los primeros
cristianos, se encontró con la presencia de Jesús resucitado, que le dijo:
<>.
(Hch 9, 1-6).
De la misma manera, en la
parábola del juicio final, los colocados a la derecha del Hijo del hombre le
preguntarán:
<>.
(Mt
25, 37-39).
Y la respuesta de Cristo es
muy clara:
<>.
(Mt 25,40).
La realidad del Hijo de Dios
que contemplamos en Cristo que está junto a los marginados y a los que sufren,
que acoge a todos, que perdona y ama, que vive para los demás, es la verdadera
medida del ser humano.
Corresponde a la persona
humana sólo aquello que corresponde a Dios. Es cierto que a veces utilizamos el
término “humano” para indicar nuestra debilidad, también es cierto que el término
“humano” lo utilizamos en otras ocasiones para indicar la bondad, la
proximidad, la misericordia.
Este es el juicio de vivos y
muertos. La medida de Jesús es válida no solo en esta vida, sino que es la
verdadera medida en el más allá. Solo en Él se encuentra la verdadera vida, de
tal manera que todo aquello que no esté realizado en Jesús, desaparecerá con la
muerte. Solo aquello que sigue las huellas del Hijo de Dios, modelo y criterio
de toda la humanidad, tendrá consistencia para siempre.
Como dice el prefacio de la
solemnidad de Cristo Rey:
“El reino de la verdad y la vida,
el
reino de la santidad y la gracia,
el
reino de la justicia,
el
amor
y
la paz”.
Este es el reino de Dios. Por
eso, solo lo que es expresión de la fe, de la esperanza y del amor permanece
para siempre.
Si la manifestación de Dios
se ha realizado en Jesucristo, en la humildad de la cueva de Belén, en el
silencio de Nazaret, en la incomprensión de Cafarnaún, en la oposición de
Jerusalén, en el sufrimiento de la
Cruz ; la manifestación definitiva de Dios, en Jesucristo, se
realizará de forma gloriosa. De esta manera podemos decir que Jesucristo ha
venido al mundo con su nacimiento, viene continuamente a nosotros en la
vivencia de la fe, y vendrá de forma definitiva al final de los tiempos.
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