martes, 3 de septiembre de 2013

Carta abierta a don Ramón Buxarráis

Carta abierta a don Ramón Buxarráis
Ángel Márquez
Secretario particular 
de tres Obispos de la 
Diócesis de Málaga

Querido Sr. Obispo:
Hace tiempo deseaba escribirle, pero por una u otra razón, lo iba dejando “para más adelante”. 
Hoy he decidido hacerlo sin más dilación, recordando aquellos años ya lejanos de su paso por estas tierras, pero que siguen vivos en el corazón de muchos malagueños que le recuerdan con afecto, gratitud y admiración. Desde la lejanía que nos proporcionan los cuarenta años transcurridos desde su llegada a Málaga, todo se ve, se comprende y se asimila mejor al despojarnos de los prejuicios que surgen a veces por la inmediatez de los hechos. Así su trayectoria pastoral, su toma de decisiones, sus proyectos innovadores y hasta su renuncia al ejercicio del ministerio episcopal en septiembre de 1991 son ahora más fáciles de entender.¡Qué rápido ha pasado el tiempo desde aquel 28 de junio de 1973 en que hizo la entrada en Málaga como nuevo Obispo de esta diócesis!Hacer mención, aunque fuese somera, de todo lo realizado en los dieciocho años que sirvió como obispo a esta Iglesia Particular, sería tan extenso que hasta llegaría a cansar a los lectores. De todo ello se da cuenta, como recordará, en la obra publicada en 2005 y que se titula: “Pasó haciendo el bien…”.No es necesario decirle que tuve la suerte de ser un colaborador cercano de Vd. desde que llegó a nuestra diócesis hasta su marcha a la parte más lejana de la misma, a Melilla, hace ahoraya más de dos décadas. Ciertamente tengo que afirmar que desde el primer momento nos dejó a todos sorprendidos por su sencillez y su trabajo intenso, casi diría agotador. Eran jornadas interminables dedicado en primer lugar a la oración y a la Eucaristía a las siete de la mañana; después y hasta entrada la tarde estaba en el despacho atendiendo a sacerdotes, religiosos y seglares; tras la comida, había un tiempo para preparar documentos; después no faltaban reuniones a las que asistir y el resto de la jornada lo dedicaba al estudio, finalizando con un nuevo encuentro espiritual con el Señor. Esto era un día normal, aunque los problemas, los temas que se presentaban y las decisiones a tomar eran muchos y suponían un gran esfuerzo por su parte. Y no faltaban ocasiones en que tenía que realizar actividades pastorales fuera de lo cotidiano, como las visitas pastorales, encuentros a nivel nacional o regional, etc.Por otra parte, su trato afable, su cercanía a todos y hasta su buen sentido del humor le hicieron ganarse la confianza de sus diocesanos. También entre nosotros tuvo sus momentos adversos –quizás demasiados- incluso de dolor físico, que le hizo doblegarse hasta que se sometió a una intervención quirúrgica. ¿Recuerda aquella escena de todos los miembros del Cabildo con sus vestiduras capitulares alrededor de su cama donde estaba postrado, mientras recibía el Sacramento de la Unción de los Enfermos antes de su marcha al hospital? Fue una ceremonia íntima y fervorosa que realmente me emocionó. Y mientras tanto, a pocos metros, en la Plaza del Obispo había una gran algarabía, pues se cantaba y bailaba durante aquella semana que precedió a su hospitalización, ya que coincidió con la feria del centro en todo su apogeo.Para aquellos que no lo sepan, diré que su ministerio sacerdotal lo inició Vd. en Barcelona, continuándolo en Antofagasta (Chile), y posteriormente en Granollers. Luego fue nombrado Obispo de Zamora y posteriormente de Málaga; finalmente, y como una vuelta a sus orígenes presbiterales, se dedica todavía, a pesar de que va a cumplir pronto los 84 años de edad, a atender espiritualmente a los ancianos, conviviendo con ellos en una misma residencia de la ciudad hermana de Melilla y donde se le conoce por deseo expreso suyo como “Padre Ramón”. Además no hay que olvidar sus visitas frecuentes a los presos con el grupo de Pastoral Penitenciaria ofreciéndoles cuanta ayuda le es posible. Y por si fuera poco el ejemplo que nos da a todos, querido Sr.Obispo, es justo mencionar la acción social frecuente y significativa que realiza más allá de nuestras fronteras, en la ciudad marroquí de Nador, donde gracias a Vd. se inauguró hace cuatro años una Escuela de Formación Profesional.Deseo terminar estas líneas recordando una de tantas anécdotas que Vd. cuenta con su gracia característica. Fue en Melilla, celebrando una Misa, al decir: “Lectura del santo Evangelio según san Lucas” se oyó la voz de uno de los ancianos añadiendo: “…de Barrameda”. El buen hombre pensaba que se refería a su pueblo natal y quería que todos lo supieran. Finalizo estas líneas, querido Don Ramón, con los mismos sentimientos que las inicié: con afecto, gratitud y admiración por el testimonio de su ejemplar vida ministerial.
Un abrazo muy cordial