1. Como se nos ha recordado, celebramos el cincuenta aniversario de la venida de la imagen de la Virgen
de Fátima a Málaga.
Algunos de vosotros recordaréis con
gratitud y emoción lo que supuso para la Diócesis y, especialmente para la
capital, este acontecimiento. Cuántas anécdotas nos podríais relatar.
Hacía un
año que el venerable Ángel Herrera Oria había iniciado su ministerio episcopal.
Málaga buscaba esperanza e intentaba superar el dolor que había vivido años
atrás.
La
presencia de la
Santísima Virgen convocó a miles de malagueños, especialmente
en la gran celebración que tuvo lugar en el parque.
2. Cincuenta años después
celebramos la Eucaristía en la Catedral, presididos por la imagen de la Virgen
de Fátima que es venerada en el centro de la ciudad, en la Iglesia del Santo
Cristo.
Cuántas peticiones y acciones de gracia
de miles de malagueños, hombres y mujeres, de toda edad y condición. Y, sobre
todo, cuántas conversiones, cuántos han vuelto a encontrarse con Jesucristo y
han iniciado el camino de vida evangélica.
A los
dos años de la venida de la imagen de la Virgen de Fátima, Málaga vivió un gran
acontecimiento evangelizador, la gran misión, que tuvo lugar en Febrero del año
1.950. Durante quince días en templos y lugares preparados al efecto, la
Palabra de Dios fue anunciada. Sólo Dios conoce lo que sucedió en el corazón de
los miles de malagueños que celebraron con gozo el sacramento de la
reconciliación y de la Eucaristía.
Puede
decirse que el primer acto de la misión fue la predicación que la visita de la
imagen de la Virgen supuso para nuestra ciudad.
Hoy,
cincuenta años después, quisiéramos que también fuese así.
En esta
tercera etapa del Proyecto Pastoral Diocesano, fieles también a las
indicaciones de Juan Pablo II, quiero convocar a todos, en nombre de
Jesucristo, a vivir, de forma renovada la conversión, esto es, el encuentro más
fiel con Jesucristo, camino, verdad y vida. Las palabras de San Pablo continúan
haciéndose presente: "Dejaos reconciliar con Dios".
Sí,
debemos acoger la gracia de la conversión que haga nueva nuestra vida en una
época tan necesitada de Dios.
El
mensaje de Fátima es
esencialmente una llamada a la conversión. Si hoy
estamos aquí en la Catedral es porque queremos, fieles a la gracia de
Jesucristo, "convertirnos de nuevo".
3. La conversión es gracia de Dios.
Ninguno
podemos afirmar que está convertido del todo ni podemos creer que la conversión
es una decisión nuestra.
"Todo
es gracia", también la
conversión. A nosotros corresponde acoger la gracia de la conversión. Gracia
que nos llega en este día a través de la Santísima Virgen.
¿Cómo
prepararnos? Con la virtud de la
humildad. María reza así: "Ha mirado el Señor la humillación de su
esclava".
Sólo
desde una conciencia que, como el publicano de la parábola, exclama: "Ten
compasión, soy un hombre pecador", tendremos posibilidad de recibir la
gracia de la conversión.
El
humilde no juzga a nadie, ni se siente superior a nadie.
El
humilde no se justifica ante sí ni ante los demás.
El
humilde siempre está agradecido a Dios y a los demás
El
humilde nunca hace ostentación ante Dios, ni ante los demás, de sus buenas
obras. Es lo que Jesús rechaza del fariseo
en la parábola: "Ayuno dos
veces por semana... doy limosna".
El
humilde no conoce la dureza de corazón. Descubre lo bueno que hay en los demás.
Siempre encuentra más de lo esperado.
4. ¿A dónde nos conduce la conversión?
- A un encuentro con Dios-Padre, Dios
"lleno de ternura y misericordia".
Es el
acento principal que queremos redescubrir en esta etapa de nuestro Proyecto
Pastoral Diocesano.
Dios-Padre.
Así nos lo ha revelado Jesús. Cuando recéis, decid: "Padre
nuestro...". Así nos lo descubre especialmente en la parábola del hijo
pródigo. Dios siempre espera al hombre y a la mujer que le buscan.
Dios-Padre,
cuya misericordia no tiene fin. Necesitamos humildad para así reconocerlo,
creerlo y ser consecuente.
Dios-Padre
que nos quiere, nos perdona, "según su inmensa ternura" (Ps. 50)
Pero no
olvidemos lo que desde el principio nos dice para que así seamos felices y
libres: "No hay más que un solo Dios".
La tentación
de la idolatría nos acosa a todos. Ídolos que nos constituyen en esclavos y
Dios nos quiere hijos y libres. Por eso "creemos en un solo Dios,
Padre...".
La
gracia de la conversión tiene este primer capítulo: DIOS.
Seamos verdaderos adoradores "en espíritu y en
verdad".
Este año
María es
contemplada como "hija predilecta del Padre". Ella es estímulo para
que valoremos, agradezcamos la gracia de ser hijos de Dios. Que gran don, que
gran misericordia ha tenido Dios con nosotros que nos hace sus hijos.
- A un encuentro con los hermanos. Caín
mató a Abel. Dios
a pesar de su crimen quiere a Caín. Por eso dice el
texto sagrado: "Y le puso una señal para que nadie que se encontrase con
Caín le hiciera daño".
La
gracia de la conversión nos sitúa en fraternidad con toda persona, por encima
de generaciones, de ideologías, de culturas,
de razas...
En este
mundo que algunos explican como una gran aldea, estamos tentados de establecer
barreras, de fortalecer antipatías, de encerrarnos en el pequeño grupo con el
que comulgamos en todo o en casi todo.
Con
facilidad surge la violencia. En algunas ocasiones, física. En otras,
dialéctica y psicológica. Dios nos llama a la comunión entre todos.
"Porque no puede decir que ama a Dios quien no ama al hermano", nos
enseña San Juan.
La Virgen, madre de Jesucristo y madre
nuestra, nos quiere a todos en su regazo. También ella es ternura.
También
al interior de la Iglesia debemos convertirnos a una mayor comunión entre
personas y entre carismas, ministerios y servicios. La comunión es tan
importante que Jesús la estableció como el primer signo de credibilidad:
"Padre, que éstos sean una sola cosa para que el mundo crea que tú me has
enviado".
En
Málaga vivimos la fe muchísimas personas y grupos, movimientos, asociaciones.
Es necesario que vivamos un crecimiento de comunión en coherencia con la
conversión que hoy, fieles al mensaje de Fátima y, sobre todo, a la llamada de
Jesucristo, queremos recibir como gracia.
En
nuestra capital hay también personas no creyentes o no practicantes o personas
de otras religiones. La conversión nos debe llevar a saber "que todo
hombre es mi hermano". Ojalá la mirada contemplativa a la Virgen nos
convierta en buenos samaritanos.
- la conversión es también renacer a la
ilusión de vivir las
Bienaventuranzas. El estilo de Jesucristo, sólo
posible por la fuerza del Espíritu Santo.
El evangelio que es la mejor de las utopías
porque es la Buena
Noticia de Dios. Cuando somos conducidos a dejarnos fascinar
por tantos criterios y modas, el encuentro con el Señor es convocatoria para percibir el encanto, la fuerza
transformadora del Evangelio.
San
Francisco de Asís, San Ignacio, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, la nueva
santa Edith Stein. sus vidas son atrayentes. ¿Por qué? Porque son existencia
que manifiestan el Evangelio de Jesucristo.
Queridos
hermanos. Convertirnos a Dios es convertirnos al Evangelio de Jesucristo.
Nuestras decisiones, nuestras opciones
más o menos importantes, nuestro estilo de vida, nos será sugerido por
la vida y las palabras de Jesucristo, por el Evangelio.
5. Conclusión.
Este
sábado debe ser "gracia de Dios". Escuchamos el mensaje de la Virgen.
En todos ha surgido el deseo de verdadera conversión. Que no es la primera vez
que se suscita en nosotros ni será la última.
Pero que
hoy, día 24 de Octubre, queremos actualizar. Desde la mirada sencilla y fiel a la Santísima Virgen ,
acudimos a su Hijo Jesucristo. Él nos dice: "Convertíos y creed la Buena
Nueva".
De la
mano de la Virgen llegamos a Jesucristo. El Señor que se entrega. Este es el
cuerpo que se entrega por vosotros... esta es la sangre que se derrama por
vosotros.
Cada uno
de los aquí presentes y los que han rezado durante unos minutos en las
horas del día y los que no pudieron venir...
ante la mirada materna de María, aquí expresada en la imagen de la Virgen de
Fátima, decimos: Oh clemente, oh piadosa, oh Santísima Virgen María ruega por
nosotros Santa Madre de Dios.
D. ANTONIO DORADO SOTO