miércoles, 30 de enero de 2013

PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA



NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA ES LA TITULAR DE LA PARROQUIA QUE HAY EN MÁLAGA CON LA MISMA TITULACIÓN.





La Iglesia fue creada canónicamente en 1956 por el que era entonces el obispo de Málaga, don Ángel Herrera Oria, uno de los obispos más respetado y recordado de la ciudad, aunque el templo como lugar de culto, no fue bendecido hasta el año 1961.Su construcción fue siguiendo un estilo neogótico, aunque diversos "añadidos" lo han convertido en un templo vanguardista de arquitectura moderna. La obra fue a cargo del arquitecto Fernando Morilla. En su interior, podemos ver tres naves longitudinales, la central (de gran tamaño)es usada para las liturgias y las laterales ( mucho más pequeñas) para deambulatorios.




El camarín de la Virgen de Fátima, es muy original, al estar la Virgen situada sobre un tronco de una encina seca, sobre un fondo azul que imita el cielo.


Es la única parroquia que conozco que tiene la virgen de Fátima en lo alto de una encina, y con la iconografía de su aparición en España, junio de 1929 en Tuy.

Las dos imágenes que sor Lucia tenía en el anaquel de su habitación: la de nuestra Señora de Fátima de la “capelinha” y la de la Manifestación del Inmaculado Corazón de María en Coímbra. Las dos imágenes tienen en común la figura alargada de la cara y de la imagen, las telas blancas -vestido y manto- de la Virgen, el Rosario y la bola que cuelga desde el pecho de Santa María, la imagen de Coímbra tiene una Cenefa que recorre el manto, así como la centralidad del corazón rodeado de espinas.



Como se he dicho antes, en el presbiterio se encuentra un camarín con la virgen de Fátima, escultura de bulto redondo en madera policromada, realizada en 1960 en Sevilla. Esta imagen fue traída a esta parroquia por Luis Siles, Luis Aro, y…….

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Desde noviembre de 2011 se encuentra en esta parroquia la imagen peregrina que vino por primera vez a Málaga en el año 1948. Y donde tiene su sede la Hermandad de Nuestra Señora de Fátima, aprobada su reorganización en Mayo del 2011, tiene decreto de Erección de don Ángel Herrera Oria el 17 de septiembre de 1958.



1.- CREO EN UN SOLO DIOS, PADRE TODOPODEROSO, CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA.



Creer no es simplemente sentimiento, sino que es poner la confianza de una forma plena en Dios que nos ama. El creyente cree en Dios, de tal manera que su vida queda apoyada plenamente en Él.

                   Los creyentes sabemos, hemos experimentado, que Dios es nuestro creador, es decir, que Dios se encuentra en el origen de nuestro ser y de todo aquello que existe. Cuando los padres creyentes cogen por primera vez a su nuevo hijo acabado de nacer, exclaman agradecidos: “¡Gracias, Dios mío, por el hijo que nos has dado!”. Por encima de su amor saben que aquel hijo es un don de Dios.

                   De forma semejante, cuando la primera página de la Biblia dice: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn 1,1), no está hablando de la formación de los continentes o de las nebulosas planetarias, sino de aquello que es el sentido mas profundo de toda la naturaleza, su principio: en el fondo de toda la realidad se encuentra la llamada de Dios.

                   Las cosas existen porque la palabra de Dios las sostiene, las ilumina y las da vida. Dios dijo: “Que exista la luz. Y la luz existió” (Gn 1,3). Dios dijo también que nosotros existiéramos y ahora existimos. No somos un accidente ni una casualidad, como nos quiere hacer creer esta sociedad actual, somos por encima de todo el fruto del amor de Dios.

                   Dios dijo que hubiese la evolución y la evolución existió. Pero el amor de Dios es siempre nuevo, en cada individuo, en cada persona, en cada pájaro, en cada cabello de nuestra cabeza, en cada estrella del firmamento. Por esto el salmista dice:

         “Señor, Dueño nuestro,
         ¡qué admirable es tu nombre
         en toda la tierra!.

         Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos:
         la luna y las estrellas que has creado,
         ¿qué es el hombre,
         para que te acuerdes de él;
         el ser humano, para darle poder?”.
                                                                                                (Sal 8, 2-5).
                   La contemplación de la naturaleza, de la creación, nos lleva hacia Dios, origen y principio de toda la realidad. Y este Dios es uno. Esta ha sido la gran experiencia del pueblo de Israel, el primer pueblo que ha reconocido un único Dios personal. Esta es la oración diaria de todo buen israelita:

         “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios
         es solamente uno.
         Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón,
         con toda tu alma, con todas tus fuerzas”.
                                                                                                 (Dt 6, 4-5).

                   Y si Dios es el único, es el Dios de todos, hasta de los que no creen.

                   A veces la palabra “Dios” puede parecer vacía de tantas veces que la utilizamos o sin sentido porque está deformada. Por esto hay en la Biblia esa página tan preciosa que presenta a Moisés contemplando una zarza que se quemaba y no se consumía. Entonces Moisés le dice a Dios: “Si me preguntan cómo te llamas, ¿qué les respondo?”.

                   ¿Cuál es la realidad que expresamos con la palabra “Dios”?. La respuesta es bien sencilla y profunda: Dios es Aquel que está siempre al lado de su pueblo para salvarlo. Dios es Aquel que siempre está, Aquel que no falla nunca, Aquel que no abandona, Aquel que es siempre fiel.

                   No es de extrañar que Dios le diga a Moisés que no se acerque de cualquier forma, que se descalce, porque está pisando lugar sagrado. El nombre de Dios es realidad sagrada, porque es la fuente amorosa de toda la realidad y de cada uno de nosotros. Su luz ilumina lo que es la persona humana, de tal forma que cuando miramos hacia Dios, sabemos que todos somos criaturas suyas, sabemos que no estamos solos, que Él siempre nos ama, con amor fiel.

                   Él es Todopoderoso, no en el sentido de aquel que tiene todo el poder, sino de aquel que es todo Amor y que, con su amor, todo lo sostiene. Porque el amor es más fuerte que el poder y el amor lo puede todo.

                   Afirmar que Dios es el creador de todas las cosas y el creador de todas las personas es indicar que toda la creación y toda la humanidad encuentra en Dios su unidad. En este sentido podemos decir que todas las personas somos criaturas de Dios. Pero cuando los cristianos reconocemos que Dios es nuestro Padre y que somos hijos de Dios no lo decimos sólo a partir de la afirmación de Dios creador, sino que lo decimos de una forma nueva a partir de nuestra fe en Jesucristo, que al mostrarse en medio de nosotros como Hijo de Dios, nos muestra a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

                   De esta forma, la expresión “Creo en Dios, Padre” nos introduce en la realidad más profunda de Dios, que en Jesucristo, se nos muestra como comunidad de amor, insondable. Así San Pablo desea que el creyente viva siempre inmerso en Dios:

                   “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros”.
                                                                                             (2 Cor 13,13)

                   Para expresar esta experiencia cristiana de Dios la tradición ha utilizado el término Trinidad: la Santísima Trinidad. Porque Dios, que es Padre, nos ha dado a su Hijo, Jesucristo; y Jesucristo nos hace partícipes del Espíritu Santo. De esta forma se puede tomar conciencia de cómo Dios se nos hace presente en Jesucristo: “Dios es único pero no solitario”. (San Dámaso).

                   Entrar en comunión con Dios es adentrarse en su amor, que es donación amorosa hacia nosotros, en la misma creación, en la venida de Jesucristo en medio de nosotros, en la llamada a vivir como hijos suyos. En Jesucristo, en su muerte y resurrección, se nos manifiesta Dios en su proximidad más grande, y al mismo tiempo, en su más grande transcendencia. Dios se nos manifiesta como Padre amoroso que, en Jesucristo, el Hijo, nos llena de su Espíritu Santo.

                   Por esto, cuando hacemos la señal de la cruz, la señal del cristiano, los bautizados decimos: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. Nos sabemos fundamentados, creados y redimidos, en la manifestación de Dios, en la cruz de Jesús, en su Espíritu Santo.

Eugenio Gastey.