HOMILIA DEL OBISPO EN LA EUCARISTIA CON MOTIVO DEL 50º ANIVERSARIO DE LA VENIDA A MALAGA DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE FÁTIMA Catedral, 24 Oct. 1998


HOMILIA DEL OBISPO EN LA EUCARISTIA CON MOTIVO DEL 50º ANIVERSARIO DE LA VENIDA A MALAGA DE LA IMAGEN DE  LA VIRGEN DE FATIMA

Catedral, 24 Oct. 1998




1. Como se nos ha recordado, celebramos el cincuenta aniversario de la venida de la imagen de la Virgen de Fátima a Málaga.

Algunos de vosotros recordaréis con gratitud y emoción lo que supuso para la Diócesis y, especialmente para la capital, este acontecimiento. Cuántas anécdotas nos podríais relatar.

         Hacía un año que el venerable Ángel Herrera Oria había iniciado su ministerio episcopal. Málaga buscaba esperanza e intentaba superar el dolor que había vivido años atrás.

         La presencia de la Santísima Virgen convocó a miles de malagueños, especialmente en la gran celebración que tuvo lugar en el parque.


2. Cincuenta años después celebramos la Eucaristía en la Catedral, presididos por la imagen de la Virgen de Fátima que es venerada en el centro de la ciudad, en la Iglesia del Santo Cristo.

Cuántas peticiones y acciones de gracia de miles de malagueños, hombres y mujeres, de toda edad y condición. Y, sobre todo, cuántas conversiones, cuántos han vuelto a encontrarse con Jesucristo y han iniciado el camino de vida evangélica.

         A los dos años de la venida de la imagen de la Virgen de Fátima, Málaga vivió un gran acontecimiento evangelizador, la gran misión, que tuvo lugar en Febrero del año 1.950. Durante quince días en templos y lugares preparados al efecto, la Palabra de Dios fue anunciada. Sólo Dios conoce lo que sucedió en el corazón de los miles de malagueños que celebraron con gozo el sacramento de la reconciliación y de la Eucaristía.

         Puede decirse que el primer acto de la misión fue la predicación que la visita de la imagen de la Virgen supuso para nuestra ciudad.

         Hoy, cincuenta años después, quisiéramos que también fuese así.

         En esta tercera etapa del Proyecto Pastoral Diocesano, fieles también a las indicaciones de Juan Pablo II, quiero convocar a todos, en nombre de Jesucristo, a vivir, de forma renovada la conversión, esto es, el encuentro más fiel con Jesucristo, camino, verdad y vida. Las palabras de San Pablo continúan haciéndose presente: "Dejaos reconciliar con Dios".

         Sí, debemos acoger la gracia de la conversión que haga nueva nuestra vida en una época tan necesitada de Dios.

         El mensaje de Fátima es esencialmente  una llamada a la conversión. Si hoy estamos aquí en la Catedral es porque queremos, fieles a la gracia de Jesucristo, "convertirnos de nuevo".   


3. La conversión es gracia de Dios.

         Ninguno podemos afirmar que está convertido del todo ni podemos creer que la conversión es una decisión nuestra.

         "Todo es gracia", también la conversión. A nosotros corresponde acoger la gracia de la conversión. Gracia que nos llega en este día a través de la Santísima Virgen.

         ¿Cómo prepararnos?  Con la virtud de la humildad. María reza así: "Ha mirado el Señor la humillación de su esclava".

         Sólo desde una conciencia que, como el publicano de la parábola, exclama: "Ten compasión, soy un hombre pecador", tendremos posibilidad de recibir la gracia de la conversión.

         El humilde no juzga a nadie, ni se siente superior a nadie.

         El humilde no se justifica ante sí ni ante los demás.

         El humilde siempre está agradecido a Dios y a los demás

         El humilde nunca hace ostentación ante Dios, ni ante los demás, de sus buenas obras. Es lo que Jesús rechaza del fariseo  en la parábola:  "Ayuno dos veces por semana... doy limosna".

         El humilde no conoce la dureza de corazón. Descubre lo bueno que hay en los demás. Siempre encuentra más de lo esperado.


4. ¿A dónde nos conduce la conversión?

         - A un encuentro con Dios-Padre, Dios "lleno de ternura y misericordia".

         Es el acento principal que queremos redescubrir en esta etapa de nuestro Proyecto Pastoral Diocesano.

         Dios-Padre. Así nos lo ha revelado Jesús. Cuando recéis, decid: "Padre nuestro...". Así nos lo descubre especialmente en la parábola del hijo pródigo. Dios siempre espera al hombre y a la mujer que le buscan.

         Dios-Padre, cuya misericordia no tiene fin. Necesitamos humildad para así reconocerlo, creerlo y ser consecuente.

         Dios-Padre que nos quiere, nos perdona, "según su inmensa ternura" (Ps. 50)

         Pero no olvidemos lo que desde el principio nos dice para que así seamos felices y libres: "No hay más que un solo Dios".

         La tentación de la idolatría nos acosa a todos. Ídolos que nos constituyen en esclavos y Dios nos quiere hijos y libres. Por eso "creemos en un solo Dios, Padre...".

         La gracia de la conversión tiene este primer capítulo: DIOS.
Seamos verdaderos adoradores "en espíritu y en verdad".

         Este año María es contemplada como "hija predilecta del Padre". Ella es estímulo para que valoremos, agradezcamos la gracia de ser hijos de Dios. Que gran don, que gran misericordia ha tenido Dios con nosotros que nos hace sus hijos.

         - A un encuentro con los hermanos. Caín mató a Abel. Dios
a pesar de su crimen quiere a Caín. Por eso dice el texto sagrado: "Y le puso una señal para que nadie que se encontrase con Caín le hiciera daño".

         La gracia de la conversión nos sitúa en fraternidad con toda persona, por encima de generaciones, de ideologías, de culturas,  de razas...

         En este mundo que algunos explican como una gran aldea, estamos tentados de establecer barreras, de fortalecer antipatías, de encerrarnos en el pequeño grupo con el que comulgamos en todo o en casi todo.

         Con facilidad surge la violencia. En algunas ocasiones, física. En otras, dialéctica y psicológica. Dios nos llama a la comunión entre todos. "Porque no puede decir que ama a Dios quien no ama al hermano", nos enseña San Juan.

           La Virgen, madre de Jesucristo y madre nuestra, nos quiere a todos en su regazo. También ella es ternura.

         También al interior de la Iglesia debemos convertirnos a una mayor comunión entre personas y entre carismas, ministerios y servicios. La comunión es tan importante que Jesús la estableció como el primer signo de credibilidad: "Padre, que éstos sean una sola cosa para que el mundo crea que tú me has enviado".

         En Málaga vivimos la fe muchísimas personas y grupos, movimientos, asociaciones. Es necesario que vivamos un crecimiento de comunión en coherencia con la conversión que hoy, fieles al mensaje de Fátima y, sobre todo, a la llamada de Jesucristo, queremos recibir como gracia.

         En nuestra capital hay también personas no creyentes o no practicantes o personas de otras religiones. La conversión nos debe llevar a saber "que todo hombre es mi hermano". Ojalá la mirada contemplativa a la Virgen nos convierta en buenos samaritanos.

         - la conversión es también renacer a la ilusión de vivir las
Bienaventuranzas. El estilo de Jesucristo, sólo posible por la fuerza del Espíritu Santo.

           El evangelio que es la mejor de las utopías porque es la Buena Noticia de Dios. Cuando somos conducidos a dejarnos fascinar por tantos criterios y modas, el encuentro con el Señor es convocatoria  para percibir el encanto, la fuerza transformadora del Evangelio.

         San Francisco de Asís, San Ignacio, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, la nueva santa Edith Stein. sus vidas son atrayentes. ¿Por qué? Porque son existencia que manifiestan el Evangelio de Jesucristo.

         Queridos hermanos. Convertirnos a Dios es convertirnos al Evangelio de Jesucristo. Nuestras decisiones, nuestras opciones  más o menos importantes, nuestro estilo de vida, nos será sugerido por la vida y las palabras de Jesucristo, por el Evangelio.


5. Conclusión.

         Este sábado debe ser "gracia de Dios". Escuchamos el mensaje de la Virgen. En todos ha surgido el deseo de verdadera conversión. Que no es la primera vez que se suscita en nosotros ni será la última.

         Pero que hoy, día 24 de Octubre, queremos actualizar. Desde  la mirada sencilla y fiel a la Santísima Virgen, acudimos a su Hijo Jesucristo. Él nos dice: "Convertíos y creed la Buena Nueva".

         De la mano de la Virgen llegamos a Jesucristo. El Señor que se entrega. Este es el cuerpo que se entrega por vosotros... esta es la sangre que se derrama por vosotros.

         Cada uno de los aquí presentes y los que han rezado durante unos minutos en las horas  del día y los que no pudieron venir... ante la mirada materna de María, aquí expresada en la imagen de la Virgen de Fátima, decimos: Oh clemente, oh piadosa, oh Santísima Virgen María ruega por nosotros Santa Madre de Dios.

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