miércoles, 16 de enero de 2013

Año de la fe. Credo de la Iglesia Católica


INTRODUCCIÓN.

                   Muchos de vosotros me habéis pedido que explicara la fe de los cristianos, esta fe en la que hemos nacido y nos movemos, al menos exteriormente. ¿Se trata de un sentimiento o de un conocimiento?. ¿Tiene un contenido la fe?.

                   La primera imagen que me viene a la mente es la de los seguidores enfervorizados de un equipo de futbol, que, llenos de alegría y de entusiasmo, cantan el himno de su club, en el campo de juego, en mitad del partido. Se sienten unidos en el canto, en el sentimiento, en lo que significan los colores, en el compromiso por su equipo, que los obliga a veces a grandes desplazamientos y que los llena de alegría cuando ganan y de tristeza cuando pierden.

                   Con todo respeto, podemos pasar de la dimensión más superficial, a la dimensión más profunda. Y sobreponer otra imagen, la imagen de los creyentes reunidos en la Eucaristía del Domingo, recitando todos juntos el Credo, la profesión de fe.

                   Lo sabemos de memoria, porque así lo hemos recibido. Es nuestro signo, nuestro distintivo que nos hace reconocernos cuando nos encontramos. Es nuestro compromiso, nuestro pacto con Dios, realizado como expresión de nuestro Bautismo.

                   El Credo es el resumen de nuestra fe, nuestro Símbolo, que contiene palabras breves, pero contienen todos los misterios de Dios. Porque la fe no se puede aprender en los libros, ni se puede conocer en la calle. Hemos de acercarnos a la comunidad cristiana para respirarla, para escuchar de viva voz la palabra que es oración, la palabra que es anuncio, la palabra que es presencia.

                   En la Eucaristía se acostumbra a recitar la regla de fe que profesaron los dos primeros concilios ecuménicos, el Concilio de Nicea, en el año 325, y el segundo concilio, el Concilio de Constantinopla, en el año 380; este es el Credo que llamamos “Niceno-constantinopolitano”. Más frecuentemente, se utiliza el llamado “Símbolo de los Apóstoles”, que es el antiguo Credo bautismal de la comunidad de Roma, en el siglo II. Los dos siguen las pautas de la fórmula del Bautismo, tal como se refleja en las palabras finales de Jesús Resucitado a sus discípulos:

                   “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
                                                                                                 (Mt 28,19).

                   Se ha de recordar, que cuando recitamos el Credo con fe, entramos en comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y entramos también en comunión con toda la Iglesia que nos ha transmitido toda la fe y en interior de la cual creemos.

                   Iremos desarrollando los siguientes puntos, doce, según el Credo Niceno-constantinopolitano. Estos doce puntos o apartados simbolizan según una antigua tradición la palabra de cada uno de los doce Apóstoles, es decir, la fe apostólica.

Eugenio Gastey.





CREDO NICENO-CONSTANTINOPOLITANO

         Creo en un solo Dios, Padre todo poderoso,
         Creador de cielo y tierra,
         de todo lo visible y lo invisible.

         Creo en un solo Señor, Jesucristo,
         Hijo único de Dios,
         nacido del Padre antes de todos los siglos:
         Dios de Dios,
         Luz de Luz,
         Dios verdadero de Dios verdadero,
         engendrado, no creado,
         de la misma naturaleza que el Padre,
         por quien todo fue hecho;
         que por nosotros los hombres y por nuestra salvación
         bajó del cielo,
         y por obra del Espíritu Santo
         se encarnó de María, la Virgen,
         y se hizo hombre;
         y por nuestra causa fue crucificado
         en tiempos de Poncio Pilato:
         padeció y fue sepultado,
         y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
         y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
         y de nuevo vendrá con gloria
         para juzgar a vivos y muertos,
         y su reino no tendrá fin.

         Creo en el Espíritu Santo,
         Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo,
         que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
         gloria, y que habló con los profetas.

         Creo en la Iglesia,
         que es una, santa, católica y apostólica.
         Confieso que hay un solo Bautismo
         para el perdón de los pecados.
         Espero la resurrección de los muertos
         y la vida del mundo futuro.
         Amén.

SÍMBOLO DE LOS APÓSTOLES.

        

         Creo en Dios, Padre todopoderoso,
         Creador del cielo y de la tierra.

         Creo en Jesucristo,
         su único Hijo, nuestro Señor,
         que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
         nació de Santa María Virgen,
         padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
         fue crucificado,
         muerto y sepultado,
         descendió a los infiernos,
         al tercer día resucitó de entre los muertos,
         subió a los cielos
         y está sentado ala derecha de Dios,
         Padre Todopoderoso.
         Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

         Creo en el Espíritu Santo,
         la santa Iglesia católica,
         la comunión de los santos,
         el perdón de los pecados,
         la resurrección de la carne
         y la vida eterna.
         Amén.